lunes, 29 de agosto de 2011

Fortaleza mental ante el error inicial

El árbitro da el pítido inicial y comienza el juego. Los porteros están preparados para que les llegue su primera intervención. Una jugada que puede tardar minutos para que ocurra, pero para la que hay que estar preparado, puesto que un error tan pronto puede modificar por completo tanto el planteamiento de tu equipo de cara al partido como la propia confianza del guardameta. En Mestalla, el pasado sábado, Toño, el portero del Racing, erró en esa jugada a los 50 segundos del inicio, ante un disparo de Pablo. El resultado: gol de Soldado tras el rechazo. Las imágenes por televisión de su rostro delataban su preocupación, aunque el rápido empate de su equipo disipó sus dudas y dejó el partido de nuevo en tablas.

Ese primer balón, en muchas ocasiones, es clave. Es una acción que puede marcar el partido del cancerbero. Si lo atrapa o realiza una buena intervención, su confianza aumentará en grandes dimensiones y le ayudará a realizar una buena actuación. Si se le escapa, pero no acaba en gol, se pueden alimentar las dudas en su cabeza y dar pie a nuevos errores posteriores. Si además de errar, el balón acaba en las mallas, no sólo crecerán las dudas sino que su equipo se verá con un marcador en contra que le obligará a tomar más riesgos.

Por ello es tan importante la fortaleza mental y la concentración del guardameta. Para que un simple error no pueda comprometer su quehacer durante el resto del partido. Toño, el sábado, pese a la derrota en los minutos finales, demostró tener esa actitud, y acabó superando el error inicial para realizar una buena actuación que puso contra las cuerdas al Valencia CF.

viernes, 26 de agosto de 2011

El perdón a Trautmann

Cada mañana despertaba encerrado en un pequeño terreno, donde compartía hogar con otros excompañeros suyos y se dedicaba a hacer las mismas labores cansadas y rutinarias. Se trataba del campo de concentración de Ashton-in-Makerfield, organizado por el Gobierno británico para prisioneros nazis. Y es que Bert Trautmann había sido miembro del batallón Odenwald de los paracaidistas de la Luftwaffe, y había luchado en la II Guerra Mundial para la Alemania de Hitler. A poco de finalizar la guerra cayó prisionero en manos británicas, y por ello permanecía en aquel campo.

Fue allí donde Trautmann empezó a jugar a fútbol, de mediocampista. Hasta que un día se lesionó y pidió jugar de portero. Empezó a destacar como guardameta. Tal vez, todo lo aprendido como paracaidista le ayudaba. Su profesión militar le había obligado a mantener una gran agilidad, una capacidad de decisión instantánea y grandes dosis de concentración. Además, ¿en qué posición del terreno de juego podría emplear mejor sus saltos? En aquellos momentos también se vivía cierto grado de apertura en Ashton. Las autoridades británicas intentaban reinsertar a los prisioneros con un programa de reeducación, una especie de “desnazificación”.

Una vez terminó el período de prisionero, Trautmann decidió quedarse en Inglaterra para continuar con su vida allí, y siguió jugando al fútbol. Fichó por un equipo de segunda división, el Saint Helens Town. Destacó tanto, que numerosos conjuntos de primera querían ficharlo… y el que se lo llevó fue el Manchester City. De pronto, saltó al primer nivel y, por supuesto, que hubiera sido un soldado nazi no le facilitaba las cosas. Al principio fue vejado e insultado, hasta por los hinchas de su equipo: “sanguinario nazi”, “criminal” o “Heil Hitler” eran algunas de las lindezas que le recordaban. No obstante, los estadios prácticamente se llenaban por la curiosidad de ver a aquel “prisionero nazi”.

Aguantó con entereza los insultos, empezó a cuajar buenas actuaciones como cancerbero y, poco a poco, se fue olvidando su pasado. Además, rehízo su vida casándose con una mujer inglesa y amoldándose al estilo de vida británico.

Pero el punto culminante de su carrera futbolística lo vivió en 1956. El Manchester City logró llegar a la final de la FA Cup, ante el Birmingham City. Su equipo ganaba 3-1, quedaban 15 minutos y sufrió un duro impacto en su cabeza con Murphy, jugador rival. Pese el dolor, Trautmann continuó en el campo y aún obró un par de intervenciones magistrales. Más tarde explicó que sólo veía una neblina, y que las hizo por intuición. El dolor era lógico, pues tenía una vértebra del cuello rota y otras cuatro dislocadas. Y, pese a eso, terminó el partido para darle la victoria a los suyos.

Ese mismo año, fue nombrado mejor jugador de la temporada. Fue la primera vez que se le daba tal mención a un futbolista extranjero. Todo un mito del fútbol inglés, Bobby Charlton, señaló que era el mejor portero al que se había enfrentado. Su trayectoria, mucho más tarde, tuvo un premio que era inimaginable para quien había sido un soldado de la Alemania nazi: en 2004, la reina Isabel le nombró oficial del Imperio británico. Desde luego, ya había sido perdonado.


lunes, 22 de agosto de 2011

La eterna juventud de César (y II)


En la temporada 2008-2009, el Valencia tenía problemas en la portería. Cañizares, que había sido apartado por el club el año anterior, había dejado su lugar al alemán Timo Hildebrand. Pero el germano no había cumplido con las expectativas en su primer curso, que tan sólo pudo limpiar con dos actuaciones prodigiosas ante el Barcelona, en las semifinales de la Copa del Rey, y ante el Real Madrid, en Liga. Así pues, había muchas dudas en su continuidad. Partió como titular, pero la confianza en él acabó muy pronto. Su debacle llegó en los dos primeros partidos. En la Supercopa ante el Real Madrid, en la que encajó seis goles en dos partidos, en los que en varios parecía que un portero de alto nivel debería haber hecho algo más.

A punto de empezar la Liga se incorporó el brasileño Renan, titular con Brasil en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008. Pero el carioca se mostró irregular en el primer tramo de la temporada. Cuando más empezaba a convencer a la afición valencianista, se lesionó en San Mamés, en un partido ante el Athletic de Bilbao, el 18 de enero. Aquel día debutó en Liga Guaita, pero el canterano no ofrecía aún las garantías suficientes a Emery. Y entre toda esta serie de carambolas, le llegó la nueva oportunidad a César Sánchez, a sus 37 años, que le transportaría a lo que podríamos describir como su “nueva juventud”.

Tan sólo dos días después de la lesión de Renan, que podía revestir cierta gravedad, el Valencia contrataba a César por lo que quedaba de temporada. Un guardameta veterano, que diera confianza, sin apenas coste. Era lo que buscaba la dirección che. Pero la afición no lo aceptó con entusiasmo. Era un exjugador del Real Madrid, club al que no se le tiene demasiado cariño en la grada valencianista. Y, además, el carácter de César, díscolo con el rival, con muchos aspavientos, solía provocar las iras de las aficiones rivales, y la de Mestalla no era una excepción.

Apenas llevaba unos días en la ciudad del Turia, y César tuvo que debutar en un dificilísimo partido de Copa del Rey, ante el Sevilla en el Sánchez Pizjuán, con el pase a las semifinales del torneo en juego. El Valencia perdió en el tiempo añadido con un gol de Squillaci, pero César tuvo una buena actuación. Y no fue la única, poco después una magnífica mano permitió a su equipo salvar dos puntos ante el Almería, y aún cosechó otras grandes intervenciones que le sirvieron para ganarse a pulso la renovación.

En la siguiente temporada ya desbordó todas las previsiones. Partió como suplente del recién fichado Moyà, pero pronto le arrebató el puesto. Realizó actuaciones espectaculares y sonadas como en Tenerife o en la Europa League ante el Werder Bremen, donde pese a encajar cuatro goles el Valencia logró el pase a la siguiente ronda. En tan sólo un año había logrado que la exigente afición de Mestalla pasara de tener dudas sobre él a llegar a cantar “César selección”.

Y todo ello lo logró con el trabajo y reinventándose a sí mismo. Pese a su edad, sus reflejos y su agilidad no se habían visto mermados, y en los mano a mano se mostraba inconmensurable. Una de sus cualidades que más brilló fue el achique de espacios en ese uno contra uno, en el que dejaba a los delanteros rivales casi sin hueco por donde meter el balón en la portería. Además, mejoró su juego aéreo, uno de sus talones de Aquiles, gracias a su gran experiencia.

Desgraciadamente, en la tercera temporada en Mestalla, las lesiones no le respetaron, y la irrupción de un magnífico Guaita, además del fichaje del brasileño Diego Alves, le han dejado sin sitio en el club de Mestalla. Pero el gran nivel demostrado en los últimos años le han servido para que otro equipo de Liga de Campeones (está en la eliminatoria previa), el Villarreal, se fije en él. A 65 kilómetros de Valencia, también a orillas del Mediterráneo, César tiene la oportunidad de mantener viva la que parece ser su “eterna juventud futbolística”, con casi 40 años.

jueves, 18 de agosto de 2011

La eterna juventud de César (I)


Cuando un jugador de campo llega a la treintena de años se suele decir que no le queda mucho para retirarse. Pero si es un portero, nadie se atreve a decirlo. Y es que su posición en el campo, que exige un menor despliegue físico en primera instancia, le permite durar varias temporadas más en la elite. De hecho, muchos porteros llegan a su mejor momento por esa edad, y entre ellos hay uno al que le dieron por acabado varias veces y acabó volviendo a dar lo mejor de sí. Nacido en Coria (Cáceres), en 1971, él es César Sánchez.

Con 39 años, y a unos días de cumplir los 40, César comienza ahora su quinta aventura en un equipo de la liga española con el Villarreal, aparte de su paso por el Tottenham inglés. Y eso que debutó a los 20 años, en 1992, cayendo con el Valladolid contra el FC Barcelona por 0-6. Parece que era un mal día para empezar, pero se sobrepuso a ello y defendió la portería del conjunto de Pucela durante el resto de la década, hasta el 2000. Y lo hizo de manera tan eficaz que acabó fichando por todo un Real Madrid, que se acababa de proclamar campeón de la Liga de Campeones, y que pagó 1.000 millones de pesetas por un guardameta.


En su primera experiencia en un club grande tuvo sus primeros problemas para alcanzar la titularidad. Pese a partir como suplente de un joven Iker Casillas, consiguió arrebatarle el puesto en el tramo final de su segunda temporada en el conjunto blanco, hasta llegar a comenzar de inicio la final de la Liga de Campeones ante el Bayer Leverkusen. Una desafortunada lesión en la segunda parte le impidió acabar el partido y le dio una nueva oportunidad a Casillas, que tampoco la desaprovechó. En las siguientes temporadas aprovechó los encuentros de Copa del Rey para continuar estando al primer nivel.

En 2005 buscó un nuevo destino. Fichó por el Real Zaragoza, que acababa de volver a Primera División tras un breve paso por la categoría de plata. Emergió de nuevo como un referente en el club maño pese a que ya tenía 34 años. En sus tres temporadas en las filas del conjunto aragonés consiguió un subcampeonato de la Copa del Rey y la clasificación para la Copa de la UEFA. Pero no pudo acabar de la mejor forma su estancia allí… porque acabó descendiendo de nuevo a Segunda División, pese a contar con un equipo con Ayala, Aimar o Diego Milito entre otros.

A punto de cumplir los 37 años, se le daba prácticamente por retirado en España. Acababa de descender con el Zaragoza, pero en el mercado internacional seguía teniendo un cierto nombre. Tanto, que lo fichó el Tottenham inglés, que trataba de comenzar un proyecto que en pocas temporadas culminaría con su participación en la Liga de Campeones. Lo cierto es que César no era protagonista en los Spurs. Fue directo al banquillo, como suplente del brasileño Gomes, cuyo perfil de cancerbero de alta estatura respondía mejor a los habituales balones aéreos del fútbol inglés. Parecía que ya estaba en el ocaso de su carrera, pero pronto le llegaría una nueva oportunidad a orillas del Mediterráneo.

lunes, 15 de agosto de 2011

Concentración y confianza

La pasada madrugada se disputó el último de los partidos de los cuartos de final del Mundial sub-20. España y Brasil, dos de las favoritas, se cruzaban. Y dentro de un dominio abrumador del equipo español durante el partido, emergió una gran figura que lo contrarrestó: Gabriel, el portero carioca. Pero lo que más llamaba la atención no eran sus condiciones técnicas o físicas, que también las demostraba, sino que en su forma de jugar rebosaba una gran confianza en sí mismo.

La actuación de un guardameta depende de muchos factores. Desde luego, las condiciones físicas son claves para rendir bien. Si no está bien preparado físicamente, nunca podrá llegar a ese balón escorado. Pero la cantidad de balones esquinados que le llegan a un portero en un partido no son tantos. A eso, hay que unir una preparación técnica que le hará ganar uno o dos metros más en su rango de actuación en el marco de la portería, y que le permitirá abortar todavía más opciones de gol. Estos aspectos se trabajan diariamente en los entrenamientos, y prácticamente doy por hecho que todos los profesionales lo hacen de manera adecuada. La diferencia la marcan otras características menos palpables a primera vista: la concentración y la confianza.

La concentración siempre permitirá al portero gozar de la mejor colocación posible, y si es la adecuada cubrirá el mayor espacio posible de la portería. Pero además, también le permitirá anticiparse al delantero e impedir que este pueda disparar, desbaratando así una posible ocasión de gol. Es decir, dificultará, en primer lugar, que se produzca el chut del atacante y, en segunda instancia, que este pueda ser certero. Un reflejo de esta concentración se puede ver en las salidas de los guardametas, ya sean por alto o a por un balón entre la defensa y ellos. En cada plano en que salía Gabriel anoche se le veía concentrado. Como muestra un botón. En los instantes finales de los primeros 90 minutos, en dos contrataques españoles, estuvo tan atento que impidió los posibles remates de Rodri y Canales anticipándose fuera del área con los pies. Haber esperado un poco más atrás le habría dejado vendido.

Si a todo ello le unimos una buena dosis de confianza, estamos ante la que va a ser una magnífica actuación segura. Gabriel anoche la tenía. Fue casi inexpugnable durante el encuentro. Pese a encajar dos goles, se convirtió en la pesadilla de los atacantes españoles anticipándose al peligro, rechazando varios mano a mano y siendo muy solvente en los disparos de media distancia. Llegaron los penaltis y las cámaras lo enfocaron. Ya se intuía. Hablaba con sus compañeros y aunque no lo dijera con palabras, sus gestos sí lo delataban: “Tranquilos, que paro más de uno”. Así fue: Gabriel paró los penaltis de Amat y Álvaro Vázquez. Brasil se metió en semifinales. La confianza en sí mismo de Gabriel fue clave.


viernes, 5 de agosto de 2011

Casillas, un portero con "suerte" (y III)

En el año 2000, con tan solo 19 años, Iker Casillas ya era el portero titular de todo un Real Madrid e incluso había conseguido debutar con la selección española. Ya se vislumbraba que iba a ser un guardameta que iba a marcar una época. Sin embargo, el camino aún iba a presentar algunas dificultades en el año 2002, ante las que el azar y su buena preparación iban a volver a ser protagonistas. Se trata de los cinco minutos finales mágicos de Glasgow y el Mundial de Japón y Corea de 2002.

Durante el último tramo de la temporada 2001-2002, Iker Casillas perdió la titularidad en el conjunto merengue. Vicente del Bosque le otorgó su confianza a César Sánchez, que pasó a defender la portería madridista cuando su equipo se jugaba la liga, la Copa del Rey y la Liga de Campeones, en el año del centenario del club blanco. En la competición doméstica las cosas no les fueron bien, y quedaron terceros en la liga, por detrás del Valencia y el Deportivo de la Coruña, y perdieron la final de la Copa del Rey en el Santiago Bernabéu ante el propio Deportivo, en el llamado “Centenariazo”. Pero en la Liga de Campeones, la constelación de estrellas reunida por Florentino Pérez, encabezada por Zidane, Figo y Raúl, avanzaba con paso firme y se plantó en la final.

El estadio de Hampden Park, en Glasgow, era el escenario elegido para que el Real Madrid y un sorprendente Bayer 04 Leverkusen se disputaran el título más deseado de Europa. Ya en la segunda parte, con 2-1 en el marcador a favor de los blancos, César se da un golpe con Lucio, defensa del Leverkusen, y se lesiona. En el minuto 67, Casillas, que se recorta las mangas de su camiseta con unas tijeras justo antes de salir, entra en el terreno de juego en el lugar de César. Durante los últimos instantes del partido comienza un asedio por parte del equipo alemán para lograr el empate que mandase la final a la prórroga, pero Iker, con varias intervenciones de mucho mérito, evita el empate en los que más tarde llamarían “los cinco minutos mágicos de Glasgow”. Desde entonces, nunca perdió la titularidad en el Real Madrid.


Pero ese mismo año 2002 el destino le guardaría otra sorpresa. José Antonio Camacho le volvió a convocar con la selección española, esta vez para el Mundial de Japón y Corea. Iría como suplente de Santiago Cañizares, que mantenía un estado de forma envidiable. Durante la concentración previa al torneo ocurrió una situación inesperada. En su habitación, a Cañizares se le caía una botella de colonia en el pie, provocándole un corte en un tendón. Este accidente privó al guardameta de Puertollano de poder defender la portería de la selección y le abrió paso a Casillas. Además, el de Móstoles cuajó una buena actuación, siendo decisivo en la eliminatoria de octavos de final ante Irlanda, en la que detuvo una pena máxima durante el partido y le dio el pase a cuartos a su equipo en la posterior tanda de penaltis. A partir de ahí, la portería de la selección es suya, habiendo batido el récord de internacionalidades que pertenecía a otro cancerbero, Andoni Zubizarreta.