martes, 25 de octubre de 2011

El complicado juego aéreo

Se va a lanzar un córner. En el área, además del guardameta, se encuentran alrededor de diez o doce jugadores, la mitad de ellos con la predisposición de marcar gol. Y habitualmente el balón se lanza por el aire al centro del área, en busca de un remate de cabeza. Los saques de esquina son, tal vez, algunas de las jugadas más difíciles con las que ha de lidiar un portero a lo largo de un partido y, a su vez, si actúa correctamente, algunos de los lances donde más necesita el equipo que defiende a su cancerbero.

Habitualmente el portero tiene ventaja en estas jugadas, ya que cuenta con la posibilidad de alzarse sobre el resto con las manos. Sin embargo, ante la marabunta de jugadores que se encuentran a su alrededor, cualquier pequeño tropezón puede resultar fatal para sus intereses. Es más, muchos equipos colocan a un jugador junto al guardameta para obstaculizarle sin que ello sea considerado falta. Además, a veces el balón es lanzado al primer palo o pasado al segundo, donde el portero no puede llegar, y se suele propiciar una segunda jugada que le puede descolocar de su posición. Ante todo ello, si se consigue un buen dominio de esta parcela, se le otorga una confianza enorme a sus defensas, que deben luchar en el salto de tú a tú con sus contrincantes. Y este tipo de jugadas con balones aéreos colgados al área no se dan sólo en los córners, sino también en cualquier falta lateral o incluso frontal. Incluso en el tradicional fútbol británico, mandar un balón “a la olla” era un recurso muy manido del que trataban de sacar rendimiento aquellos conjuntos menos dotados técnicamente.

Para poder solventarlos con acierto son necesarias, sobre todo, dos condiciones: la colocación y el desparpajo. Si se mantiene una buena colocación ante el primer lanzamiento, el portero tendrá una mayor posibilidad de alcanzar el balón. Mientras tanto, el desparpajo y la confianza son imprescindibles para salir y alzarse a por el esférico entre todos los futbolistas que permanecen en el área esperándolo. Asimismo, la altura y la potencia de salto también ayudan, pero no llegan a ser determinantes, puesto que cualquier guardameta con las manos alzadas debe llegar en su salto más alto que un rival, que sólo puede golpear el balón con la cabeza.

No obstante, la teoría es muy fácil decirla, pero en la práctica resulta mucho más difícil aplicarla. Cada balón que se cuelga en el área es un mundo, y si no que le pregunten a cualquier portero profesional. Una buena muestra es que pocos porteros en el mundo consiguen dominar con contundencia esta faceta del juego.

jueves, 20 de octubre de 2011

El golpe más duro

Llega un momento del partido en el que ya no hay reacción. En el fútbol italiano lo llaman la Zona Cesarini, por la capacidad de un futbolista transalpino de los años 30, Renato Cesarini, de marcar goles en esos instantes. Se trata de los últimos minutos del encuentro, en los que un gol resulta decisivo con casi total seguridad. Y para el portero que lo recibe, es el golpe más duro que puede recibir, del que no se podrá reponer durante el partido, y que se llevará a su casa para reinterpretarlo mientras reposa en la cama. “Y si hubiera hecho esto para pararlo”, piensa repetidamente en busca del sueño.

El pasado martes esa desgracia la sufrió Diego López, el portero del Villarreal, con un tanto que deja a su equipo al borde de la eliminación en la Liga de Campeones. Hasta ese momento, el madrileño había realizado una actuación sublime. Sus reflejos y su seguridad habían hipnotizado a los jugadores del Manchester City, y habían conseguido mantener en tablas el marcador, que aún dejaba con suficiente vida a los suyos de cara a los próximos partidos de la liguilla. En el minuto 91 parecía que podía llegar ese momento fatal. Zabaleta, lateral del City, remataba de cabeza a bocajarro, dentro del área, pero la figura de Diego López emergió una vez más para atrapar el balón. Y todo ello pese a la velocidad de la jugada y el agua de la lluvia que mojaba un balón ya resbaladizo. Pero un minuto más tarde, llegó la fatídica jugada: el propio Zabaleta avanzó por la banda derecha para colocar un centro raso al área que Silva tocaba de tacón lo justo para que el Kun Agüero lo remachara a la red. La derrota se consumaba sin tiempo para más.

Las cámaras enfocaron la celebración eufórica de los jugadores del City, pero siempre se olvidan del otro protagonista, el portero, que no había podido evitar la derrota. Diego López permanecía asolado tras ver que todo su trabajo sólo había servido para nadar hasta morir en la orilla. Posiblemente, la peor sensación que le puede quedar a un guardameta.

jueves, 6 de octubre de 2011

El muro de Javi Varas

Piedra a piedra, paso a paso, desde que empezó a jugar en los campos de tierra de su barrio sevillano, Pino Montano, Javi Varas ha ido creciendo para construir el muro que ahora mismo cierra la portería sevillista. No se trata de uno de esos futbolistas que ha sido mimado por una cantera de un club grande desde que eran bien jóvenes. No. Javi Varas ha ido escalando poco a poco desde equipos humildes de regional hasta la primera división española. Y ahora mismo está a punto de superar el récord de imbatibilidad de un guardameta con la camiseta sevillista.

El actual portero del Sevilla, ya pasada la edad de juvenil, tuvo que iniciar su carrera en el Nervión en primera regional, y con 21 años aún estaba jugando en regional preferente con el San José. A estas edades, los futbolistas que no han destacado ya, difícilmente llegan a la elite. Por eso, el caso de Varas es tan sorprendente.

Su proyección dio un vuelco cuando el Sevilla FC se fijó en él en 2004. El primer año fue cedido a un conjunto de segunda B, el Alcalá, donde siguió poniendo una piedra detrás de otra, con la esperanza de algún día llegar al primer nivel. Tan sólo una temporada después ya pudo vestir la camiseta sevillista, pero la del filial, también en segunda B. Además, con el Sevilla Atlético consiguió el ascenso a segunda división en la temporada 2006/07, siendo el cancerbero el protagonista en la tanda de penaltis clave ante el Pontevedra. En cuatro años, había pasado de competir en primera regional a hacerlo en la categoría de plata del fútbol español. El muro de Javi Varas ya iba cogiendo forma y Manolo Jiménez, que había sido su entrenador en el filial, le dio la oportunidad de compartir la portería del primer equipo con Andrés Palop, posiblemente el portero que mejor rendimiento le ha dado al Sevilla en toda su historia.

Después de dos temporadas en la suplencia, con actuaciones esporádicas por lesiones o sanciones de Palop, el curso pasado Gregorio Manzano le dio la alternativa a Varas, que cumplió a la perfección, sin que el nivel del equipo en su posición se resintiera, pese a la alargada sombra del valenciano. Y para rematar su progresión, este año, el nuevo técnico, Marcelino, le ha refrendado en su puesto. El cancerbero sevillano ha respondido a esta confianza de la mejor manera. Ahora mismo es el portero menos goleado y está a punto de finalizar en su portería un muro casi infranqueable para sus rivales con sus rápidos reflejos. El pasado domingo sin ir más lejos, mantuvo la portería a cero en el Vicente Calderón ante el Atlético de Madrid, y sacó un balón espectacular con la punta del pie a Falcao, que habría podido suponer la derrota de los suyos.

Varas lleva ahora mismo 379 minutos sin encajar un tanto. Si en el próximo partido ante el Sporting de Gijón dejara la portería a cero, ya se convertiría en el segundo cancerbero que más tiempo ha estado imbatido en el Sevilla, superando a Unzué, Paco, Notario y Buyo. La hazaña sería aún más grande si aguantara 41 minutos más ante el todopoderoso Barcelona de Pep Guardiola, pues conseguiría el récord en la historia de su club, adelantando a todo un mito al que ha relegado a la suplencia, Palop. Sería un precioso broche final a ese muro que lleva construyendo a partir de las piedras de aquellos campos de la regional andaluza.


lunes, 3 de octubre de 2011

Justicia y méritos

Uno de los tópicos periodísticos, y también de los aficionados, es dictar si el resultado de un partido es justo. Evidentemente, para ello se fijan en los méritos obtenidos durante el encuentro por ambos equipos, y lo habitual es que se le conceda esa supuesta victoria moral al que más ocasiones de gol ha creado. Sin embargo, en ese veredicto olvidan y menosprecian la labor de los guardametas, que es tan importante como la de los jugadores de campo, o incluso más, porque sus acciones son determinantes para modificar el resultado final.

El objetivo principal en el fútbol es conseguir el gol, es decir, batir al portero contrario. Para ello, en primer lugar hay que llegar con peligro a la portería rival, ya sea con una jugada elaborada, un disparo lejano o por un error del contrario. Pero todo ello no sirve de nada si no se acaba transformando en gol y éste sube al marcador. Si el balón no logra rebasar la línea de gol todo queda en agua de borrajas, y el resultado seguirá siendo el mismo. Por tanto, el trabajo habrá sido en vano.

Es ahí donde juega el papel del portero. Si con su preparación, habilidad y técnica logra sellar su portería a cero, por muchos acercamientos que haya obtenido el rival, habrá hecho los méritos adecuados para estar imbatido y, por lo menos, conseguir un empate para los suyos. Los jugadores del equipo rival habrán merecido crear ocasiones, pero no el gol que les otorgue algo positivo, porque en el momento clave habrán fallado ante la portería rival. Es decir, su actuación no habrá sido lo suficientemente meritoria para conseguir el objetivo del fútbol, el gol, por muy bonita que haya sido la jugada.

Por lo tanto, esa labor del portero resulta esencial para administrar la justicia futbolística, que más allá de los tópicos, reside únicamente en el gol. Así, los resultados finales de los partidos acaban siendo el reflejo más justo de lo ocurrido en su transcurso, porque los goles son el indicador más adecuado de la justicia en el fútbol. Por muchas ocasiones que se hagan, si no se concretan en un tanto no sirven de nada, y no serán mérito suficiente para ganar. Y los porteros, que tratan de evitarlos, también juegan, y son parte muy importante en esta sutil manera de administrar justicia deportiva.