En el terreno de juego hay muchos jugadores, pero sólo un portero por equipo. Son especiales, muchas veces se dice que están "locos", pero tienen una forma de ver el fútbol muy particular respecto al resto. Son los cancerberos.
martes, 6 de septiembre de 2011
La final de Valdés
El éxito en la carrera profesional de un portero muchas veces reside
en haber respondido adecuadamente el día oportuno. Las diferencias
técnicas entre unos guardametas y otros tal vez no sean muy grandes,
pero la capacidad de concentración para salvar el partido el día más
importante la tienen sólo los elegidos. Y eso muy bien lo sabe Víctor
Valdés, el cancerbero del FC Barcelona e internacional de la selección
española, que en una entrevista reciente apuntó que “sin la final de París quizá ahora no sería portero del Barça”. Era el 17 de
mayo de 2006, y el Barcelona, dirigido por Rijkaard, estaba dispuesto a
culminar una temporada extraordinaria en la que ya se había hecho con
el título de Liga. Era el germen del actual Barça de Guardiola. El
rival era un conjunto novel en finales de la Copa de Europa, el Arsenal
inglés, pero que contenía un gran número de estrellas con Henry, Pires
y Ashley Cole a la cabeza, y con un jovencísimo jugador que habían
sacado de la cantera del Barça y que estaba dando mucho que hablar por
sus extraordinarias actuaciones: Cesc Fàbregas. En el conjunto
azulgrana, con Messi en el dique seco y Xavi recién recuperado de una
larga lesión, Ronaldinho, Deco y Eto’o parecían destinados a ser los
protagonistas de la segunda Copa de Europa de la historia de Can Barça.
Pero el destino había preparado que los jugadores decisivos
fueran dos de los más cuestionados durante la temporada por la afición:
Valdés y Belletti. El lateral brasileño será recordado como el autor
del gol que le dio el trofeo a su equipo cuando tan sólo faltaban diez
minutos para el final. Hasta ese momento, había sido Valdés quien
mantuvo con vida a los suyos. Al poco de comenzar, rechazó un mano a
mano con Henry. Y con el 0-1 en contra en el marcador se anticipó de
nuevo al francés en una contra del Arsenal, y salvó de la sentencia a
su equipo en dos disparos de Ljungberg y el propio Henry. A partir de
ahí, los goles de Eto’o y Belletti permitieron levantar la “orejona” a
Carles Puyol. De este modo, el portero nacido en l’Hospitalet
de Llobregat, hasta el momento a la sombra siempre de su homólogo del
máximo rival, Iker Casillas, se ganó el respeto de sus aficionados.
Poco a poco, en los años siguientes, siguió creciendo hasta ser
internacional e imprescindible en los éxitos de su equipo. No es de
extrañar que sean ya muchos los que consideren que está al mismo nivel
que Casillas.
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